sábado, 29 de agosto de 2015



Capítulo 140
El juicio

El día estaba opaco y la llovizna castigaba la mañana. Los habitantes de San Patricio se levantaban temprano. Los intermedios se iban al CENTRADOM a trabajar. Algunos en sus autos;  otros, salían a pie para tomar el microbús. Los licans entraban más tarde y los asesores ingresaban a cualquier hora, pero era costumbre levantarse temprano para dirigirse al CENTRO. Los aldeanos madrugaban y se dirigían a los campos para arar la tierra. Yasmina ya estaba despierta para preparar el desayuno y atender a Hasán.
Muy pocos se quedaban en la Comunidad. Uno de ellos, Jean Pierre, se dirigía a la Planta para cerciorarse del buen funcionamiento de la luz eléctrica. Sin duda, las noches en San Patricio tenían más luz y las calles ya no estaban tan oscuras. Los parques eran visitados con más frecuencia , en especial aquel donde estaba la imagen del rey de Gales y donde iban con frecuencia los trasgos y las hadas, además de Andreínha, Janice y Maluxa.

Uno de los nuevos trabajadores que había llegado al CENTRO como corrector ortográfico de los documentos en español había salido con su morral a los servicios higiénicos. A pesar de estar enterado sobre las normas de tiempo, rezo,  peso, uso sin abuso del baño creadas por el beato Carmito de la Buena Cruz, quien solía decir a sus amigos más cercanos que era Marqués de Kentucky, aunque después se comprobó que era falso porque había nacido en Cañete, sacó de su morral un libro sobre la civilización del espectáculo de MVLL. Como estaba tan interesante este ensayo, continuó con la lectura y se olvidó del tiempo límite y siguió por más de media hora con el libro. Para mala suerte del muchacho, Carmito había estado buscando la manera de recuperar su tiempo perdido y de ganarse la confianza de Mr. Kanter. Había observado que uno de los baños estaba cerrado y se le ocurrió preguntar al encargado de los baños que anotaba la relación de los usuarios, el tiempo y el peso, uso y abuso, si estaba ocupado aquel baño. El hombre de servicio contestó que hace más de media hora se hallaba encerrado  el nuevo corrector de ortografía en español. Carmito le dio la llave del monitor de todos los baños para que observara in situ qué estaba pasando en su interior. Cuando el encargado encendió las pantallas, Carmito observó que el joven contratado estaba leyendo un libro e inmediatamente envió las imágenes al Departamento de Seguridad y a la Dirección de asesoría documentaria. A los pocos minutos, mientras el joven seguía leyendo con pasión el libro de MVLL, Varkolak y sus hombres fuertemente armados, echaron la puerta a patada limpia y tomaron preso al lector, lo esposaron y se lo llevaron a las oficinas de Mr. Kanter. El pobre lector atinaba a decir: “Solo estaba leyendo”. Carmito pidió permiso para retirarse porque tenía que ir a la capilla para rogar por el alma del hombre que había violado con, premeditación, maldad  y burla los sagrados principios del Manual de funciones de la higiene, seguridad y salud de los trabajadores del CENTRADOM. Lo hacía también para purificarse porque el juicio contra este delincuente se realizará ante la presencia de todos los trabajadores para que sirva de escarmiento de lo que significa cumplir las normas en una Institución de alta dirección y calidad como el CENTRO. Los asesores se miraron y esbozaron una burla fina y disimulada ante las palabras del pollo, que ellos lo veían como un rival y un hueso duro de roer.

Una vez que Mr. Kanter se enteró, informó por teléfono que a su regreso se realizaría el juicio sumario contra ese transgresor de las normas y que tenía que ser castigado con la pena máxima. Le sonó bien esto de la pena máxima, pero Mr. Paritt se encargó de corregirle y le informó que si se llevaba el caso al fuero penal de la Ciudad, no pasaría nada. Por lo menos, la expulsión, dijo Mr. Kanter.

Y así fue. A los pocos días del regreso del fraile, este exigió que uno de los asesores tenía que ejercer la defensa del acusado. Todos los jefes señalaron a Jonathan Squirrel para que se encargara de la defensa del joven corrector. Ellos sabían que Squirrel leía a escondidas de sus colegas y siempre tenía en su maletín dos o tres obras. Squirrel se puso colorado y se negó al principio. Sus compañeros le manifestaron que lo mejor que podía hacer era aceptar esta designación porque al final, serían dos los acusados. Squirrel se puso a silbar un corrido mexicano y temía que los asesores lo acusaran de ser lector. Al final aceptó y estuvo a punto de llorar. Estaba en una encrucijada: Defender a ultranza al joven lector que Carmito había encontrado leyendo el mismo libro que él había leído hace algunos meses o hundirlo por haber transgredido las Normas de la Institución. Estaba de por medio su trabajo. Si lo defendía, lo más probable era que los asesores, los encargados de seguridad y muchos intermedios temerosos, pidieran su cabeza. Varkolak comentó con los asesores: “Muerto el perro, se acabó la rabia”. No sé si fue una casualidad, lo cierto era que el lector tenía la metamorfosis de un perro labrador y Squirrel que era ardilla solía jugar con el labrador en sus momentos de descanso en los parques de San Patricio. Es más, Squirrel le había comentado sobre este maravilloso ensayo del escritor peruano. Qué pasaría si el acusado señalaba a Squirrel como el causante del interés por ese título y su complicidad con el acusado. En verdad, Squirrel estaba tan nervioso y asustado que se le corrió el estómago y casi viola los principios de uso y abuso de los servicios higiénicos porque el beato Carmito redobló su vigilancia por los baños de repente, el labrador no era el único. Este juicio le daría la razón a Carmito y tal vez Mr. Kanter podría reconsiderar su denuncia anterior sobre la biblioteca.

El bibliotecario Tirreno se convirtió de la noche a la mañana en enemigo de Carmito Enfisemo. Se encargó de decirles a los intermedios que este pollo no era Marqués y tampoco americano. Que había nacido en Cañete. Era de cuna humilde y que siempre fue ambicioso. Por un tiempo se le dio por ser cura, pero no lo aceptaron porque no tenía dinero. Además, ”odiaba los libros porque nunca fue lector sino un simple papeluchero, sobón, trepador, comelón y maricón”. Cuando decía maricón, se refería a que era cobarde y temeroso de que lo despidan por ambicioso. Era capaz de acusar a cualquiera si de dinero y poder se trataba. Bueno, esto es lo que decía Tirreno su nuevo enemigo. Lo real fue  el juicio que le hicieron al pobre labrador. Antes de que se realizara el juicio, Squirrel se llevó todos sus  libros a la casa de un familiar en la Ciudad…y se preparó para hundir al labrador que iba a ser juzgado por el simple hecho de leer.

Toda la semana del juicio, Squirrel tenía pesadillas y se identificaba con el personaje de Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. Había leído el libro y había visto la película. Sus colegas le jugaron sucio. Sabían que él amaba los libros y ahora tenía que darle la razón al Tribunal encabezado por el fraile, los asesores, un representante del equipo de seguridad, probablemente Libak y un representante de los intermedios. Paritt nombró a su amiga Anulia y el labrador no tenía una sola defensa.

Squirrel se enfermó de los nervios y del estómago y lo único que tenía que decir era: “Sí, Señor”…”Sí, Señor. Como el Obispo Chicheñó de una de Las Tradiciones de Ricardo Palma. Su conciencia lo acusaba constantemente, pero su interés por el cargo que se avecinaba era mayor. Una vez que se realizó el Juicio sumario, el lector fue condenado a dejar el CENTRADOM y a ser expulsado de San Patricio. Elisabetta con el poder que tenía, conversó con Yasmina y su padre. Intercambiaron opiniones sobre la decisión del fraile de expulsar al lector de San Patricio y sabían que no procedía simple y llanamente porque el fraile no era dueño de San Patricio. Llamaron al conde Hectorius de Auseville, Auditor Mayor del Reino y le manifestaron que informe al dueño de CENTRADOM que no tiene representatividad absoluta alguna sobre qué zooter tenga que vivir o ser expulsado de la Comunidad porque lo que es un delito en el CENTRADOM, en San Patricio es una virtud. Es más, el labrador sería contratado por los Dinos como el nuevo jefe de la biblioteca de San Patricio. Los libros han sido donados por los Dinos, Elisabetta y sus amigas y una persona que es la que más libros ha donado,  pero se reserva el derecho de su nombre. Esta vez, los jóvenes de San Patricio no se dedicarán al Centro de Trámite Documentario sino que tendrán otras opciones propias del mundo moderno. El local de la biblioteca ha sido donado por la vizcondesa Lynn de Marec. Las habitantes de la playa como Caterina de Montebianco, la marquesa de Castelforte e Irascema do Bahía donarán computadoras para la sala de Cómputo que será dirigida por Tirreno que ha renunciado al CENTRO antes de que lo despidan y también se ocupará del mantenimiento de las máquinas.

Jonathan Squirrel para no sentirse mal, donó una buena cantidad de sus libros para la biblioteca de San Patricio, pero no mencionó su nombre. Tirreno quería averiguar quiénes fueron esas dos personas que donaron y no dejaron sus nombres. Sabíamos que el mundo mediático y la chismografía barata podría ocasionar daños y no hubo mayores comentarios. Pasó el tiempo. Cerraron la biblioteca del CENTRADOM. Carmito se salió con su gusto pero no lo ascendieron. Los asesores no iban a permitir que el beato ocupe el nuevo cargo que se avecinaba. Ellos también estaban interesados en ese puesto. A los Dinos les daba igual que Carmito o cualquiera de los asesores ocupe el cargo, el CENTRO iba a ser el mismo con la presencia maléfica de los licans, las serpientes, a pesar de que el poder de los licans ya no era el mismo; tampoco, el de las serpientes. Sin embargo, les encargaron tomar el examen de Inglés a los asesores y a Mr. Kanter porque el fraile estaba interesado en agregar al trámite documentario, la enseñanza del idioma extranjero. Lo malo es que se lo jalaron al fraile y a la mayoría de los asesores. Mr. Chang salió muy bien. Al cabo de tres meses, Mr. Kanter ya no quería saber nada con el Inglés.

Los Dinos conversaron con Lapitt de Sajonia para que realice un viaje hasta la isla de Pascua y pueda introducir por la puerta mágica las computadoras que las damas de la playa de San Patricio habían donado. Sabían muy bien que no podían ingresar por la puerta del arco. Jorginho les prometió que aquellas computadoras llegarían a buen puerto.


                                                                                                           Eddy Gamarra T.

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