Capítulo 138
El plan de Burú
Ya había logrado integrarse con el
grupo ofídico y tenía el espaldarazo de su tía Anulia. Ahora se ganaría la
amistad de las demás integrantes del séquito de la vieja cobra y llegaría al
sitial que alguna vez tuvo. Por ahora estaba apoyando a un buen amigo que era
diferente a él. Lo que importaba era el CENTRADOM, no el Centro de Estudios. No
era cuestión de dinero porque en el colegio ganaba un poco más. No podemos
hablar de grandes cantidades porque en la mayoría de los colegios de estos
lugares se ganaba poco. El interés del sapito estaba enmarcado en las
intermedias que en su mayoría eran muchachas bonitas, lozanas, agraciadas y de
buen corazón. Si bien es cierto que trabajaban como esclavas y tenían el acoso
constante de los licántropos, sin embargo, ellas cubrían estos abusos con su
buen carácter y espíritu latino. La mayoría eran de estos lares con sus
maravillosos paisajes, una flora y fauna extraordinaria y su gastronomía que estaba
destinada para los dioses. La gran mayoría de las intermedias sabían cocinar
porque así las habían criado y su amor a la danza estaba como una catarsis para
limpiar y purificar las normas de Carmito de la Buena Cruz y las amenazas de
los licántropos que se diferenciaban de los lobos hasta en su etimología.
Licántropos procedía de dos voces griegas: Likos= lobo; Anthropo= hombre.
Hombre lobo. Lobo, venía de una voz latina: lupus. Los primeros eran lúbricos y
asesinos. Les gustaba el poder, la violencia. Usaban la computación para
objetivos execrables; en cambio, los lobos eran intelectuales, científicos,
investigadores, amantes del arte y la literatura. El nivel socioeconómico de
los licántropos estaba en el mundo clasemediero. Los lobos y los Dinos, sus
amigos, descendían de la nobleza
brasileña y europea. Había condes, marqueses, barones, vizcondes. Sus abuelos
se habían criado en la Comunidad de San Patricio y no eran delincuentes como
los licans. Los Dinos que era la reunión de lobos y amigos protegían a los
intermedios en todo lo que daba su tiempo y sus fuerzas. No pudieron evitar los
crímenes contra los zooters intermedios, pero sí castigaron con la pena máxima
a varios de ellos y sus aliadas las serpientes.
Difícilmente se podía realizar un
juicio imparcial en la Comunidad porque los licans estaban protegidos por el
fraile. Este no los defendía porque estaba de acuerdo con sus crímenes sino
porque ignoraba qué pasaba en su empresa, porque más estaba en Bolivia. Hubiera
sido un astronauta porque siempre estaba en la luna. De esta situación se
aprovechaban los jefes de su entorno porque desarrollaban un programa que las
mejores instituciones educativas no las tomaban en cuenta porque desdecía los
verdaderos principios de una Educación moderna y se había empantanado en
el recrudescente maremágnum de papeles y
más papeles, principio universal del beato Carmito Enfisemo de la Buena Cruz
Farfán.
Burú cantaba “If I were richman”
uno de los temas de la película El
violinista en el tejado. Croaba y croaba, daba sus saltitos graciosos y
obscenos. Las serpientes reían y aplaudían al sapito. Recobraba su estado
humano y les decía con esa vocecita tenue, casi inocente mezclada de una
intención lasciva: “¡Hola ñata bandida!”…Tránsito y Asteris se reían de Burú y les
lanzaban su mirada libidinosa para incitar al lujurioso sapito a una danza que
ellas llamaban “La danza de la muerte” que tenía dos partes : Placer y muerte.
La vieja cobra miraba a su sobrino que tenía la lengua lúbrica a punto de
rendirse a los pies de la shushupe y la mamba negra, pero la experiencia de
Anulia advertía a sus amigas que no se metan con la familia que era el único
sobrino que le quedaba y si “quería comerse un pescadito”, para eso estaban las
lornas y cojinovas del CENTRO que con su inocencia y pudor caerían como moscas
a los brazos de Burú.
Todo iba a pedir de boca porque un
intermedio se retiró del trabajo porque iba a realizar estudios de trámite
documentario en algún Instituto en La Argentina. La plaza quedó vacante hasta
que regresara el intermedio y Varkolak avisó a los asesores que tenía la
persona idónea para esa licencia que habían solicitado y esta persona no era
otra que Burú,” el sapito saltarín.”
A la hora del refrigerio, Chateau
se dirigía con un grupo de gaviotas al comedor. Ella estaba feliz y contenta
porque un amigo que estaba interesado en ella, le había enviado un ramo de
flores y ella lo había dejado en su mesa de trabajo para que sus amigas vieran
el obsequio. No pensó jamás encontrarse con el gracioso y odioso sapito, pero
la realidad la tuvo que aceptar cuando escuchó la vocecita lúbrica y
aterradora: ¡Hola ñata bandida!...La sangre se le heló y toda su alegría se
desdibujó en un abrir y cerrar de ojos. Preguntó a una de sus compañeras de
trabajo sobre la presencia del esperpéntico Burú. “Él trabaja aquí-le contestó
una de sus compañeras- No te recomiendo chocar con él porque es un recomendado
del jefe de seguridad del CENTRO.” La pobre Chateau se puso pálida y deseaba
aplastar al anuro o desaparecerlo del mapa. Nunca había tenido estos malos
pensamientos. Se persignó y se le quitó el apetito. No quiso comer nada. Todo
el refrigerio permaneció en silencio, con la cara triste, de desaliento. En la
mesa cercana, donde estaba Burú, los chistes de este hacían reír a las intermedias
que inocentemente aceptaban en su mesa al lujurioso amigo de Varkolak.
Chateau no pudo soportar estar
cerca del detestable personaje y se disculpó ante sus amigas y se retiró del
comedor. Una vez más pensó en sus amigos los Dinos y en las brujitas que la
habían ayudado. Parece que los escobazos de Maluxa, Janice y Andreínha no
habían asustado al anuro y el principio de “El golpe avisa” no lo aturdió. Se
había olvidado de la golpiza y parece que estaba de acuerdo con este dicho “En
la repetición está el gusto”. Yasmina había captado la desesperación de la
gaviota y comentó con las chicas y el tío Ben que estaba de visita, las quejas
de la intermedia. Ellos buscarían el momento propicio, pero esta vez sería el
tío Ben quien se enfrentaría a Burú
porque eran de una naturaleza cercana y había que enseñarle a este miserable
que dejaba mal a la cofradía milagrosa de los anuros. Necesitaban que corran
los días. No le dirían una palabra a
Chateau para que todo se dé en la normalidad como si no pasara nada y cuando
las condiciones se presenten, es decir, cuando al lascivo sapito le produzca escozor
y placer la cercanía de la gaviota y la siga a los servicios higiénicos, el tío
Ben le hará frente de la manera más inesperada. Burú no tenía la capacidad de
desaparecer y su líquido de defensa no pasaba de una simple picazón. En cambio,
la rana demostrará una vez más su poder ante este insignificante amigo del
malvado Varkolak. Así sabrá con quién se mete y guardará más respeto por las
bellas intermedias que estaban cada vez
más protegidas por los Dinos y sus amigos.
Eddy Gamarra T.
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