sábado, 29 de agosto de 2015


Capítulo 138
El plan de Burú

Ya había logrado integrarse con el grupo ofídico y tenía el espaldarazo de su tía Anulia. Ahora se ganaría la amistad de las demás integrantes del séquito de la vieja cobra y llegaría al sitial que alguna vez tuvo. Por ahora estaba apoyando a un buen amigo que era diferente a él. Lo que importaba era el CENTRADOM, no el Centro de Estudios. No era cuestión de dinero porque en el colegio ganaba un poco más. No podemos hablar de grandes cantidades porque en la mayoría de los colegios de estos lugares se ganaba poco. El interés del sapito estaba enmarcado en las intermedias que en su mayoría eran muchachas bonitas, lozanas, agraciadas y de buen corazón. Si bien es cierto que trabajaban como esclavas y tenían el acoso constante de los licántropos, sin embargo, ellas cubrían estos abusos con su buen carácter y espíritu latino. La mayoría eran de estos lares con sus maravillosos paisajes, una flora y fauna extraordinaria y su gastronomía que estaba destinada para los dioses. La gran mayoría de las intermedias sabían cocinar porque así las habían criado y su amor a la danza estaba como una catarsis para limpiar y purificar las normas de Carmito de la Buena Cruz y las amenazas de los licántropos que se diferenciaban de los lobos hasta en su etimología. Licántropos procedía de dos voces griegas: Likos= lobo; Anthropo= hombre. Hombre lobo. Lobo, venía de una voz latina: lupus. Los primeros eran lúbricos y asesinos. Les gustaba el poder, la violencia. Usaban la computación para objetivos execrables; en cambio, los lobos eran intelectuales, científicos, investigadores, amantes del arte y la literatura. El nivel socioeconómico de los licántropos estaba en el mundo clasemediero. Los lobos y los Dinos, sus amigos,  descendían de la nobleza brasileña y europea. Había condes, marqueses, barones, vizcondes. Sus abuelos se habían criado en la Comunidad de San Patricio y no eran delincuentes como los licans. Los Dinos que era la reunión de lobos y amigos protegían a los intermedios en todo lo que daba su tiempo y sus fuerzas. No pudieron evitar los crímenes contra los zooters intermedios, pero sí castigaron con la pena máxima a varios de ellos y sus aliadas las serpientes.

Difícilmente se podía realizar un juicio imparcial en la Comunidad porque los licans estaban protegidos por el fraile. Este no los defendía porque estaba de acuerdo con sus crímenes sino porque ignoraba qué pasaba en su empresa, porque más estaba en Bolivia. Hubiera sido un astronauta porque siempre estaba en la luna. De esta situación se aprovechaban los jefes de su entorno porque desarrollaban un programa que las mejores instituciones educativas no las tomaban en cuenta porque desdecía los verdaderos principios de una Educación moderna y se había empantanado en el  recrudescente maremágnum de papeles y más papeles, principio universal del beato Carmito Enfisemo de la Buena Cruz Farfán.

Burú cantaba “If I were richman” uno de los temas de la película El violinista en el tejado. Croaba y croaba, daba sus saltitos graciosos y obscenos. Las serpientes reían y aplaudían al sapito. Recobraba su estado humano y les decía con esa vocecita tenue, casi inocente mezclada de una intención lasciva: “¡Hola ñata bandida!”…Tránsito y Asteris se reían de Burú y les lanzaban su mirada libidinosa para incitar al lujurioso sapito a una danza que ellas llamaban “La danza de la muerte” que tenía dos partes : Placer y muerte. La vieja cobra miraba a su sobrino que tenía la lengua lúbrica a punto de rendirse a los pies de la shushupe y la mamba negra, pero la experiencia de Anulia advertía a sus amigas que no se metan con la familia que era el único sobrino que le quedaba y si “quería comerse un pescadito”, para eso estaban las lornas y cojinovas del CENTRO que con su inocencia y pudor caerían como moscas a los brazos de Burú.

Todo iba a pedir de boca porque un intermedio se retiró del trabajo porque iba a realizar estudios de trámite documentario en algún Instituto en La Argentina. La plaza quedó vacante hasta que regresara el intermedio y Varkolak avisó a los asesores que tenía la persona idónea para esa licencia que habían solicitado y esta persona no era otra que Burú,” el sapito saltarín.”

A la hora del refrigerio, Chateau se dirigía con un grupo de gaviotas al comedor. Ella estaba feliz y contenta porque un amigo que estaba interesado en ella, le había enviado un ramo de flores y ella lo había dejado en su mesa de trabajo para que sus amigas vieran el obsequio. No pensó jamás encontrarse con el gracioso y odioso sapito, pero la realidad la tuvo que aceptar cuando escuchó la vocecita lúbrica y aterradora: ¡Hola ñata bandida!...La sangre se le heló y toda su alegría se desdibujó en un abrir y cerrar de ojos. Preguntó a una de sus compañeras de trabajo sobre la presencia del esperpéntico Burú. “Él trabaja aquí-le contestó una de sus compañeras- No te recomiendo chocar con él porque es un recomendado del jefe de seguridad del CENTRO.” La pobre Chateau se puso pálida y deseaba aplastar al anuro o desaparecerlo del mapa. Nunca había tenido estos malos pensamientos. Se persignó y se le quitó el apetito. No quiso comer nada. Todo el refrigerio permaneció en silencio, con la cara triste, de desaliento. En la mesa cercana, donde estaba Burú, los chistes de este hacían reír a las intermedias que inocentemente aceptaban en su mesa al lujurioso amigo de Varkolak.

Chateau no pudo soportar estar cerca del detestable personaje y se disculpó ante sus amigas y se retiró del comedor. Una vez más pensó en sus amigos los Dinos y en las brujitas que la habían ayudado. Parece que los escobazos de Maluxa, Janice y Andreínha no habían asustado al anuro y el principio de “El golpe avisa” no lo aturdió. Se había olvidado de la golpiza y parece que estaba de acuerdo con este dicho “En la repetición está el gusto”. Yasmina había captado la desesperación de la gaviota y comentó con las chicas y el tío Ben que estaba de visita, las quejas de la intermedia. Ellos buscarían el momento propicio, pero esta vez sería el tío Ben quien se enfrentaría a  Burú porque eran de una naturaleza cercana y había que enseñarle a este miserable que dejaba mal a la cofradía milagrosa de los anuros. Necesitaban que corran los días. No le dirían una palabra  a Chateau para que todo se dé en la normalidad como si no pasara nada y cuando las condiciones se presenten, es decir, cuando al lascivo sapito le produzca escozor y placer la cercanía de la gaviota y la siga a los servicios higiénicos, el tío Ben le hará frente de la manera más inesperada. Burú no tenía la capacidad de desaparecer y su líquido de defensa no pasaba de una simple picazón. En cambio, la rana demostrará una vez más su poder ante este insignificante amigo del malvado Varkolak. Así sabrá con quién se mete y guardará más respeto por las bellas intermedias  que estaban cada vez más protegidas por los Dinos y sus amigos.


                                                                                                               Eddy Gamarra T.

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