sábado, 8 de agosto de 2015


Capítulo 121
La hermana Visitación

Mr. Kanter esperaba la llegada de España de la hermana Visitación, quien iba a  apoyarlo en la iglesia de la Comunidad con la limpieza, arreglo, rezos y clases de catecismo para los hijos de los aldeanos. Dentro del jardín de la iglesia había un horrible zaquizamí que iba a ser transformado para que sirva de habitación de la hermana Visitación. Mr. Kanter ordenó a los trabajadores del CENTRO para que arreglen y mejoren el cuartito que sería la habitación de la hermanita religiosa.

La hermana Visitación tenía la cara redonda y era pecosita. Parecía una fruta mezcla de manzana y granada. El cabello rojizo y ensortijado además de su sonrisa y mirada juguetona la presentaba como una monja de buen carácter. Ni alta, ni baja. Llevaba en su cuerpo sus buenos kilos sin llegar a ser obesa que cuando caminaba, producía un vaivén musical como si estuviera bailando a cada rato.

Siempre que se presentaba ante los demás, solía decir con espíritu religioso: “Bendito y alabado sea el santísimo sacramento del altar”. Los demás le contestaban: “Amén”. Después de este saludo sacaba a relucir su sonrisa amical. Ella fue la que introdujo el pollo a la brasa en el CENTRADOM. Se ganó la amistad y confianza de los asesores cuando les invitó pollo a la brasa con papas fritas y ensalada. Mr. Kanter le dio un cargo de observadora de las ovejas descarriadas, pero a ella no le gustaba esta función y la cambió por visitar a los intermedios para comprometerlos a los rezos diarios a las siete de la noche de lunes a viernes. Fue un elemento conciliador en el CENTRO. Los asesores miraban con desconfianza su presencia en la Institución. Pensaban que el fraile la había puesto cerca a ellos para informar de su trabajo y abuso del personal.

La hermana Visitación se convirtió en una sonrisa agradable en el mundo de San Patricio. Los licans la odiaban. De alguna manera, le temían, pero ella cumplía sus funciones religiosas y se acercaba a los aldeanos para que trajeran a sus niños al catecismo y se acercaran a Dios. Los campesinos, con cierta desconfianza llevaban a sus hijos porque nunca vieron con buenos ojos todo aquello que venía de Mr. Kanter,  porque el fraile apoyaba a los licans sin saber siquiera qué ocurría. Los asesores le informaban que todo estaba perfecto, el fraile se emocionaba y programaba su próximo viaje para hacer un poco de turismo y conocer las comidas típicas de la región. A decir verdad, Mr. Kanter era “cuchara brava”, según el comentario de los trabajadores de Servicio. La hermanita Visitación no se quedaba atrás y preparaba en la cocina de la iglesia suspiro limeño, mazamorra morada, leche asada, arroz con leche, ranfañote, arroz sambito, camotillo y otros pastelillos que eran la delicia de la Comunidad. Ludwig probó algunos de los dulces de la Hermana Visitación y le propuso comprarle estos dulces que ella preparaba para venderlos en su tienda. Chiara, la hermana de Marietta le pidió a Visitación le enseñe a preparar estas maravillas. Siempre la apoyaba y los niños que iban al catecismo disfrutaban después de las clases,  de estos ricos dulces que no eran los únicos porque también preparaba pastel de manzana, pastel de limón, empanadas de pollo, carne y queso y mucho más. La cocina era la virtud y el pecado de la hermana Visitación. La virtud, porque a través de ella atraía a los niños de la aldea y algunas jóvenes catequistas que dicho sea de paso aprendieron a preparar los dulces de la hermana Visitación y colaboraban con los rezos de las noches que les trajeron buenas amistades y novios, también.

En poco tiempo, la hermana Visitación produjo un equilibrio entre los trabajadores del CENTRO. Los licans y los asesores veían en ella como una informadora directa de Mr. Kanter. En verdad, ella estaba más interesada por la parte religiosa y…claro,  por la comida. A ella no le interesaba el trabajo de papeles y papeles, pero no lo decía porque se ganaría el odio de Mr. Kanter y sus asesores. En eso era reservada. Una de sus armas poderosas era la conversación y el chisme. Su metamorfosis correspondía a una urraca. Sería la tercera, porque las otras dos, ya no estaban. Las anteriores no eran en verdad urracas. Muy equilibradas y beatas. Sin embargo, Visitación que hacía honor a su nombre, visitaba y después del famoso: “Bendito y alabado sea el santísimo sacramento del altar,”… empezaba sus comentarios alegres, pícaros mezclados entre rezos, chismes, alegría y bocadillos que siempre llevaba en su bolso y que hacían de la reunión pastoral un buen momento de esparcimiento, historia de los santos y vida de los habitantes de la Comunidad de San Patricio donde ella llegó después del incendio, cuyas llamas quemaron parte del cuerpo de los licans y las serpientes y que constituyó una clara advertencia de lo que podría ocurrir más adelante.


                                                                                                        Eddy Gamarra T.

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