Capítulo 136
Los elfos y la Universidad
Aparentemente, los duendecillos
eran unos personajes zangolotinos que no les funcionaba la inteligencia, sin
embargo, no era cierto. Su espíritu travieso y tamaño los presentaba como unos jóvenes que nunca dejaron de ser
niños, pero en verdad, sabían muchas cosas y jamás lo decían. Cuando se
presentaba el momento oportuno, sorprendían a propios y extraños con su
conocimiento sobre la vida, la defensa y el ataque. Esta vez, al igual que la
gran mayoría de sus compañeros del colegio habían ingresado a la Universidad y
estaban muy contentos de este logro. Los tres ingresaron a diferentes Universidades y sus compañeros y compañeras
del colegio les cortaron el cabello. Algunos se sobrepasaron y a la salida,
lejos de su Centro de Estudios, les lanzaron huevos. Menos mal que Sandra
estaba cerca y a ninguno de los tres se les ocurrió desaparecer y lanzarles
algo a ellos porque tanto Micki, Tanger y Collins tenían una puntería magnífica
que ya quisieran tener los futbolistas de estos lugares cuando lanzan la pelota
hacia el arco. Sandra estuvo cerca de mis duendecillos queridos y ellos sabían
que tenían que portarse bien porque corrían el riesgo de perder la oportunidad
de estudiar en un Centro Superior de Estudios.
Algunos amigos realizaron reuniones
en sus casas e invitaron a Tanger, Collins y Micki. Se divirtieron mucho y
supieron comportarse. Lo importante es que los tres elfos de San Patricio jamás
revelarían a sus amigos la naturaleza mágica que los trajo hasta aquí, porque
esta realidad solo podría ocurrir en los libros o en las películas y darle sus
secretos a sus compañeros, solo acarrearía un sinnúmero de dificultades que
nosotros no podríamos explicar a los demás.
Sus maestros y maestras estaban
contentos con todos los chicos y chicas de su Promoción que habían ingresado a
diferentes Universidades. Espero que los Padres de Familia hagan un
reconocimiento público a sus profesores porque se lo merecen, en mayoría.
Yasmina, Sandra, Antonella y Nicole eran las más felices y organizaron en el
castillo del conde Jorginho una fiesta para estos muchachos que se ganaron el
cariño de la familia, los Dinos y la aldea.
Yasmina les prometió causa a la
norteña y pidió a la gran Angeline que preparara un dulce de higos especial
para estos tres muchachos que nunca envejecían, Sandra y sus hermanas colaborarían con chancho al palo que aprendieron de un
cocinero de Huancayo. Jorginho traería helados de lúcuma, chocolate y fresa. En
fin, todos colaboraríamos para esta gran fiesta por nuestros duendecillos.
Yasmina y yo nos sentíamos orgullosos por los buenos resultados de Collins,
Tanger y Micki. Micki o Miguelito había crecido, no era tan pequeño y se puso
más serio. Ellos se conectaron bien con los estudiantes del colegio y se preparaban para su fiesta de
Promoción.
Anulia, irritada por el ingreso de
los duendecillos, lanzaba a diestra y siniestra su lenguaje pedestre y
despotricaba no solo de esos duendecillos sino de todos los lobos. Anacé se
reía de los sapos y culebras que brotaban de la boca de Anulia y Lurok estaba
orgulloso de haberles traído esta información que la recibió de su amigo el
sapito Burú, personaje gracioso que había regresado al colegio para apoyar a su
amigo Bejart. Lurok no se atrevería a espiar la casa de los Dinos por los
últimos castigos que recibió de ellos y las vampiras; es por eso que cuando
Burú le dio la información, el mapache zanguango corrió a contarle esta noticia
a su madrina, la vieja cobra que se sentiría orgullosa de él. Es cierto que
Anulia vociferó por todos sus costados y cuando sintió el ardor de su piel
quemada, empezó a quejarse que la ayuda de su comadre fue valiosa porque la
bañó con agua de tilo y manzanilla y la untó con crema de magnolias para alejar
el mal olor que siempre despedía cada vez que entraba en cólera.
Lurok se preocupó al principio y
después, con la ayuda de Wanda y la
vieja cotorra se calmó. Anulia en un arranque de espíritu maternal se daba cuenta que no estaba sola y agradeció
a la madre serpiente que le brindaba
momentos de solaz al lado de sus amigas y su ahijado. Lo que pasaba es que la
vieja cobra se sentía sin fuerzas después de su última intervención y las
horrendas quemaduras que recibió su deteriorada piel. Pero su espíritu de lucha
y enfrentamiento contra sus más encarnizadas enemigas, no había cesado. Solicitaba
la ayuda de la garrapata que lograba por Internet proyectos trasnochados de
algún serpentario de La India, para no perder las esperanzas de tener algún día
la Comunidad de San Patricio en su poder. Con los licans o sin ellos. Nada le
causaría mayor felicidad de ver muerta a Yasmina y a las vampiras. Si esto
ocurriera, ya podría descansar en paz aunque se produzca por última vez el
ansiado cambio de piel que no venía a su alma.
Ahora que los duendecillos van a
estudiar en la Universidad, habrá menos personas que protejan a Yasmina y su
hijo. Tendrían la ayuda incondicional del amigo de Lurok, el sapito Burú que
había sido considerado por los licans como un gran estratega, mas no un
guerrero. En estos momentos, aprovecharía la amistad que tenía con Varkolak y
sus secuaces para acosar en el CENTRADOM a las chicas intermedias que además de
bonitas eran temerosas y de repente podrían caer en las fauces libidinosas del
sapito Burú que no soy yo ni eres tú…
“En
la historia consentida
De
lodo, agua y tisú
Te
digo Ñata bandida
Que
soy el sapito Burú.”
Estos versos se encontraron en un libro de Chateau. La
gaviota preguntó a sus compañeros quién era el sapito Burú. Una mujer entrada
en años recordaba que hace tiempo había un personaje con este nombre que señalaba a sus víctimas con estos versos.
Le dijo a la asustada gaviota: “De repente, la próxima eres tú.” Chateau se
asustó y conversó conmigo. Entre sus preguntas estaba si este esperpéntico
sapito la iba a matar. No era un asesino pero tenía malas compañías y su
lubricidad era incontrolable. Sabíamos que el tarambana no la respetaría, es
por eso que a través del reloj mágico de Ghara controlaría a Burú y si se sobrepasaba,
habría que darle una pequeña lección.
Eddy Gamarra T.
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