Capítulo 131
Las cuitas de Angeline
La hermana religiosa indispuesta
por Varkolak y los suyos, y con las amenazas del prelado cargadas con las
quejas de las serpientes que también trabajaban en el CENTRO, se sentía muy
sola. No podía dejar la repostería que era su vida y su pasión. Últimamente se
le hallaba en la iglesia dedicada a la oración como cuando fue novicia en
Francia. Era vigilada durante todo el día por uno de los secuaces de Varkolak.
Le habían cerrado la cocina y tenía que ir a la casa de Mr. Kanter para que
tomara sus alimentos. ¡Claro! Tenía que hacerlo antes de que el eclesiástico
desayunara, almorzara y cenara. Visitación solo tenía derecho a un desayuno
frugal y a un almuerzo con sabor a ayuno. Además, ya no le daba Mr. Kanter
dinero para la gasolina del auto. Visitación tenía que caminar y caminar que de
tanto andar y andar, se cansó y conversó con el conde Jorginho y el Auditor
Mayor del Reino para que le permitiera tener cerca a la tienda de Ludwig un
pequeño puesto para vender sus dulces.
Angeline renunciaría dar apoyo a
Mr. Kanter. Total ya había sido expulsada en Francia y su condición de
religiosa era muy personal. Para ello, contó con la ayuda del conde Jorginho y
el Conde Hectorius, además de la presencia del abogado Sarco Zolá que había
trabajado como asesor de alguna Orden religiosa y que también era zooter,
aunque le incomodaba decir su naturaleza porque sus compañeros del Estudio lo
llamaban “El Chancho Zolá.” Le hubiera gustado vivir en la Comunidad pero su
trabajo en la Ciudad… le obligaba a residir en ella.
El fraile quería a toda costa
retirar a Angeline de la Comunidad, pero se olvidaba que él solo era un
habitante más de la misma. Podría hacer y deshacer su CENTRO, mas no podía
decidir en la vida de Angeline que ya no trabajaba para él. Esto lo dijo muy claramente
el Dr. Zolá. Angeline lamentaba no continuar con el catecismo y la
confirmación. Mr. Kanter pondría a un personaje interesante y que también le
gustaba comer como Angeline. Sus amigos le decían con cariño “El capellán de la
Mafia”. Esta designación se la dio el anterior capellán que todos conocían como
“Pechito” y que era una paz de Dios, le gustaba el deporte y la vida de los
santos. Además preparaba los mejores manís confitados de la Ciudad…
Micki, Tanger y Collins no querían
continuar con la confirmación porque ya no estaba la hermanita que les
preparaba sus dulces de higo. Otros muchachos de la aldea y familia de los
intermedios, se retiraron también porque sabían que la hermanita era
carismática y sabía cómo llegar a ellos. Sin duda, por el estómago y su buen
carácter. Angeline prometió enseñarles por su cuenta y los jóvenes de la
confirma irían a la Ciudad a una iglesia donde el curita era un español amigo
de Angeline y que estaba presto a recibir a los chicos de la confirma. En
cuanto al “capellán de la mafia”, se quedaría con diez chicos que iban a
continuar la preparación de la confirmación. Lo que sí desapareció fue el
catecismo. Los niños no querían seguir y lo harían en su colegio como la
mayoría de ellos.
Jorginho ayudó a Angeline así como
ayudó a Ludwig. Solo que esta vez el negocio de los dulces ya no los tendría él
sino la ex hermana Visitación. Poco a poco los habitantes de la Comunidad de
San Patricio se acostumbraron al nombre de Angeline. Ella recuperó su peso y su
alegría angelical. A pesar de no trabajar con Mr. Kanter, ella visitaba a los
enfermos y en muchos casos, los cuidaba, los curaba y les traía la palabra de
Dios. Los aldeanos y los Dinos iban siempre a la tienda de Angeline no solo
para disfrutar de los dulces que vendía sino para escuchar sus chistes y
chascarrillos. Uno de los que siempre acudía era el Tío Ben y disfrutaba de los
pasteles franceses que tanto le gustaban, aderezados con un buen capítulo de El Decamerón.
Cuando Angeline visitaba a los
enfermos, se quedaba en el negocio Chiara, la bella hermana de Marietta, quien
había aprendido a preparar muchos pasteles dulces y salados y en especial las
empanadas de ají de gallina que tanto le gustaban a Yasmina y a su padre. Mr.
Kanter que sintió mermada su popularidad, prohibió que sus trabajadores fueran
a la tienda de Angeline bajo amenaza de arresto y excomunión.” Nadie se juega
con la comida”, reza una famosa frase de estos lugares. Tan cierto y evidente
era el dicho que Tránsito y Asteris venían disfrazadas de campesinas y
compraban humitas, tamales, pastel de choclo y cocadas para ellas y las otras
serpientes. Si bien es cierto que los licans ni se asomaban por temor a
encontrarse con Yasmina o su abuelo, en cambio, sus mujeres e hijos acudían con
frecuencia para comprar los potajes de Angeline. Podrían hacerlo en la Ciudad…
pero los de Angeline, no tenían punto de comparación. Eran sencillamente
exquisitos.
Aunque los intermedios no se
atrevían a comprar por temor a las represalias, recibían en las oficinas de
cualquiera de los Dinos, estos manjares que no lo podían ingresar a la
Comunidad para evitarse problemas, pero sí lo podían comer en las cafetería de
la Ciudad en compañía de los Dinos. La iglesia perdió a una hermanita religiosa
pero la Comunidad de San Patricio ganó una chef digna de trabajar en las
mejores panaderías de la Ciudad de los Reyes, que ostentaba un prestigio a
nivel mundial por sus comidas, dulces y bebidas.
Eddy
Gamarra T.
No hay comentarios:
Publicar un comentario