Capítulo 126
El bosque
de la felicidad
Yasmina, después de cambiar a su
hijo, se dirigió al bosque de la felicidad donde vivía su abuelo. Harally y
Ghara acompañaron a las dos, mientras que las brujitas se quedaron en casa.
Micki, Tanger y Collins se levantaron temprano para ir al colegio en su último
año de secundaria.
Aquel día, Arnaldo, el jardinero, o
más bien, el abuelo de Yasmina, no fue a trabajar. Pidió permiso a Jorginho y
al Auditor Mayor. Luego que el permiso le fue concedido, esperaba a
Yasmina, Hasán, también a Harally y
Ghara. El abuelo había transformado toda la Comunidad en un lugar paradisíaco
de áreas verdes y de flores multicolores. El que más
disfrutaba de este paisaje era el conde Jorginho, que era un fanático de las plantas y en todo
el castillo tenía plantas de todo tipo ya sea , flores exóticas, plantas
medicinales, raras, y una variedad que sorprendía a todos sus amigos los Dinos.
El mismo abuelo ponderaba el amor por la naturaleza del conde Jorginho. Tanto
era su amor que en varias oportunidades se había caído, sin mayores
consecuencias.
Muy pocos sabían de la conexión que
había entre la cabaña del abuelo con el bosque. Así que ingresaron a la casita
que se hacía más grande cuando un estante escondía una entrada donde estaba su
enorme biblioteca y que los aldeanos no conocían para no despertar la
curiosidad o algún comentario que pudiera llegar a los oídos de los licans.
Gran parte del dinero que recibía el abuelo, lo invertía en libros, revistas y
en discos compactos que logró ingresar con los artefactos eléctricos por la
otra entrada a la Comunidad que estaba ubicada en Rapa Nui, la Isla de Pascua.
Gracias al abuelo, los Dinos pudimos ingresar nuestros artefactos eléctricos,
aunque la isla de los moahís estaba muy lejos, pero valía la pena. En ella se
encontraban los antecedentes históricos del abuelo y la magia de sus antepasados.
Aparentemente el bosque parecía
pequeño. Sin embargo, era más grande de lo que se pensaba. Al final del sendero
estaba la laguna de los tulipanes negros. No era ni fría ni caliente. Sus aguas
templadas y poco profundas invitaban a Yasmina e hijo a un baño de
purificación. El color de las aguas era de un turquesa suave y en ella
habitaban los delfines rosados que
hicieron piruetas al advertir la presencia de Yasmina y Hasán. El abuelo estaba
muy contento con su nieta y biznieto. Después del baño, se alejaron de la
piscina y el abuelo con la ayuda del burrito llamado Tomás, trasladaron a Hasán
a la zona de las frutas donde los platanales y naranjales ofrecían al igual que
los manzanos y melocotoneros sus frutas más exquisitas. No solo había estas
frutas en el bosque. Allí estaban las papayas, fresas, piñas, mangos, guayabas,
sandías, melones y otras frutas. Es decir, frutas de la costa, la sierra y
selva. De ahí la denominación de bosque mágico porque solo en los cuentos y
novelas podría ocurrir esta maravilla que la naturaleza ofrecía al abuelo y a
aquellas personas que tuvieron la dicha de ingresar al bosque mágico. Las
verduras como la alcachofa, brócoli, acelga, espinaca, vainita, espárragos,
apio, poro, nabo, zanahoria y otras adornaban esta tierra bendita. Algunos
aldeanos que conocían desde hace mucho tiempo al abuelo ingresaban al bosque
para ayudarle en el cultivo de estos productos. Ellos nunca mencionaron las
maravillas del bosque. Siempre que trabajaban la tierra, llevaban los productos
que ella le ofrecía. Igualmente, Yasmina llevaría frutas y verduras para la
casa. Hasán estaba cansado y se durmió. Regresaron en el burrito con la
compañía de las haditas que disfrutaron mucho de la naturaleza. El abuelo
también los acompañó, no vaya a ser que se crucen con elementos peligrosos como
los licans, las serpientes o sus aliados.
Eddy Gamarra T.
No hay comentarios:
Publicar un comentario