miércoles, 19 de agosto de 2015


Capítulo 126
El bosque de la felicidad

Yasmina, después de cambiar a su hijo, se dirigió al bosque de la felicidad donde vivía su abuelo. Harally y Ghara acompañaron a las dos, mientras que las brujitas se quedaron en casa. Micki, Tanger y Collins se levantaron temprano para ir al colegio en su último año de secundaria.

Aquel día, Arnaldo, el jardinero, o más bien, el abuelo de Yasmina, no fue a trabajar. Pidió permiso a Jorginho y al Auditor Mayor. Luego que el permiso le fue concedido, esperaba a Yasmina,  Hasán, también a Harally y Ghara. El abuelo había transformado toda la Comunidad en un lugar paradisíaco de áreas  verdes  y de flores multicolores. El que más disfrutaba de este paisaje era el conde Jorginho,  que era un fanático de las plantas y en todo el castillo tenía plantas de todo tipo ya sea , flores exóticas, plantas medicinales, raras, y una variedad que sorprendía a todos sus amigos los Dinos. El mismo abuelo ponderaba el amor por la naturaleza del conde Jorginho. Tanto era su amor que en varias oportunidades se había caído, sin mayores consecuencias.

Muy pocos sabían de la conexión que había entre la cabaña del abuelo con el bosque. Así que ingresaron a la casita que se hacía más grande cuando un estante escondía una entrada donde estaba su enorme biblioteca y que los aldeanos no conocían para no despertar la curiosidad o algún comentario que pudiera llegar a los oídos de los licans. 

Gran parte del dinero que recibía el abuelo, lo invertía en libros, revistas y en discos compactos que logró ingresar con los artefactos eléctricos por la otra entrada a la Comunidad que estaba ubicada en Rapa Nui, la Isla de Pascua. Gracias al abuelo, los Dinos pudimos ingresar nuestros artefactos eléctricos, aunque la isla de los moahís estaba muy lejos, pero valía la pena. En ella se encontraban los antecedentes históricos del abuelo y la magia de sus antepasados.

Cuando ingresaron al bosque, las haditas se desplazaron emocionadas y buscaron las flores para beber el néctar y fortalecer su espíritu. Sabían que era un bosque mágico y la mayor magia de este era que aceptaba cualquier producto que se sembrara. No importaba si era costa, sierra o selva. Igual ocurría con los animales. No había animales grandes, salvo el burrito del abuelo. Todos los demás eran pequeños. Las avecillas recibieron al pequeño Hasán y a su madre. Golondrinas, oropéndolas, ruiseñores, alondras y picaflores despedían su mundo de aves canoras, mientras las mariposas acompañaban a Yasmina y su hijo por todo el sendero cubierto de flores bellas como las rosas y los claveles, aromáticas como el jazmín y los ramilletes de novia; delicadas como las margaritas; coquetas y multicolores como las buganvillas; sonrientes como las dalias, tímidas como los crisantemos, exóticas como las orquídeas y los tulipanes negros y juveniles como las retamas y muchas otras que recibían las joyas más preciadas del abuelo Daniel. No había arañas ni escorpiones, menos víboras ni serpientes. Ningún animal venenoso. La ardillitas juguetonas se cruzaban constantemente por los senderos del bosque. Los venados y ciervos miraban desconfiados a los visitantes, en cambio, los conejos y las liebres se acercaban a Hasán y permitían que los acariciaran. También había palomas blancas, estorninos, ruiseñores, alondras, gorriones, chotacabras, picaflores y otras aves que parece que estaban enteradas de los visitantes valiosos y salían a dar la bienvenida.

Aparentemente el bosque parecía pequeño. Sin embargo, era más grande de lo que se pensaba. Al final del sendero estaba la laguna de los tulipanes negros. No era ni fría ni caliente. Sus aguas templadas y poco profundas invitaban a Yasmina e hijo a un baño de purificación. El color de las aguas era de un turquesa suave y en ella habitaban los delfines  rosados que hicieron piruetas al advertir la presencia de Yasmina y Hasán. El abuelo estaba muy contento con su nieta y biznieto. Después del baño, se alejaron de la piscina y el abuelo con la ayuda del burrito llamado Tomás, trasladaron a Hasán a la zona de las frutas donde los platanales y naranjales ofrecían al igual que los manzanos y melocotoneros sus frutas más exquisitas. No solo había estas frutas en el bosque. Allí estaban las papayas, fresas, piñas, mangos, guayabas, sandías, melones y otras frutas. Es decir, frutas de la costa, la sierra y selva. De ahí la denominación de bosque mágico porque solo en los cuentos y novelas podría ocurrir esta maravilla que la naturaleza ofrecía al abuelo y a aquellas personas que tuvieron la dicha de ingresar al bosque mágico. Las verduras como la alcachofa, brócoli, acelga, espinaca, vainita, espárragos, apio, poro, nabo, zanahoria y otras adornaban esta tierra bendita. Algunos aldeanos que conocían desde hace mucho tiempo al abuelo ingresaban al bosque para ayudarle en el cultivo de estos productos. Ellos nunca mencionaron las maravillas del bosque. Siempre que trabajaban la tierra, llevaban los productos que ella le ofrecía. Igualmente, Yasmina llevaría frutas y verduras para la casa. Hasán estaba cansado y se durmió. Regresaron en el burrito con la compañía de las haditas que disfrutaron mucho de la naturaleza. El abuelo también los acompañó, no vaya a ser que se crucen con elementos peligrosos como los licans, las serpientes o sus aliados.


                                                                                                           Eddy Gamarra T.

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