sábado, 29 de agosto de 2015


Capítulo 137
Uno más para el grupo

Estuvo por Argentina para tentar suerte y mejorar su situación económica pero solo tuvo reveses de fortuna y la comunidad zooter de Río de la Plata era muy desorganizada y apenas ganaba lo necesario para comer. Bejart, su amigo, lo encontró en un mísero zaquizamí sucio, fétido, tenebroso e infecto. Conversó con sus amistades y lo llevó a su trabajo. Burú tenía amigos en el CENTRO en el departamento de seguridad, pero no le dieron trabajo porque no había vacantes, sin embargo, llegó al colegio donde trabajaba su amigo Camille Bejart y logró un contrato para enseñar Biología.

Ni bien terminaba su trabajo se dirigía al CENTRO y con la ayuda de Varkolak buscó la manera de acercarse a Chateau que era más grande que él, aunque temerosa porque no tenía mucho tiempo en el CENTRO. Chateau Sabía que este engendro estaba interesado en ella y cuando iba de visita, evitaba encontrarse con él. Un día ella fue citada por el departamento de seguridad para revisar sus papeles de ingreso y verificar si su documento de identidad estaba en regla. La gaviota saludó al ingresar a la oficina y solo estaba el portero que le dijo a la joven que era un trámite de rutina y que ingresara a la zona de documentos de identidad. Cuando ingresó, escuchó la rutinaria cantaleta de “ ¡Hola ñata bandida!”…estuvo a punto de huir, pero Burú le dijo que no tenga miedo porque si él estaba allí era para ayudar al Jefe del Departamento que en este momento tenía una reunión de alto nivel. Chateau no sabía qué hacer y rogaba que no pasara nada, pero el hombrecito se acercaba con desfachatez  y estuvo a punto de abrazarla, la chica reaccionó y lo empujó. Esta actitud le provocó una risa satánica que provocó en la muchacha un miedo sórdido. A pesar de su insignificancia, Burú le dijo:

-De esta no te escapas ñata bandida-y volvió a tocarla.
-¡No me toques desgraciado!- gritó la gaviota -o llamaré a mis amigos.

Burú reía con saña y le decía que no tenía más amigo que él y que aprovechara esta circunstancia porque él era un hombre difícil y así no más no se entregaba a los brazos de una mujer. Cualquier persona se hubiera reído, pero Chateau rogaba con sus pensamientos que alguien la ayudara. Burú no era tan fuerte, pero sus palabras intimidaban a la bella muchacha. Le había amenazado con contarle al señor Varkolak que ella se había portado mal y que lo mejor que podía hacer era ponerse tierna y colaborara con él, en caso contrario quedaría despedida y sería retirada de la Comunidad de San Patricio.

Cuando el sapito Burú atacó a su presa por tercera vez, aparecieron de pronto Maluxa, Janice y Andreínha y a escobazo limpio sacaron del departamento de seguridad al galán frustrado. El portero que no era lican sino un ganso, se asustó de ver a tres mujeres bellas con su atuendo negro y huyó del lugar sin atreverse a intervenir cuando le caían a diestra y siniestra los escobazos por todo el cuerpo al sapito Burú. No lo mataron, lo dejaron tendido en un jardín y llevaron a la gaviota a un lugar seguro de su trabajo y desaparecieron en un tris. El obsceno amigo de Bejart se transformó en un minúsculo sapito para recuperar sus fuerzas en  algún charco de los jardines que habían sido regados con horas de antelación.

En la noche visitó a su tía la vieja cobra y ella les presentó a sus amigas. Burú miro con espíritu lascivo a las serpientes pero su tía le advirtió que con ellas no jugara porque eran venenosas y podían ocasionarle la muerte. Burú no sabía que Dorotea, Asteris,  y Tránsito eran serpientes. Aprendió rápidamente la lección y contó su versión del ataque de las brujas del Mato Grosso a la oficina de Varko. No les dijo que había pretendido violar a una de las intermedias y que el tiro le salió por la culata. Sin duda, Anulia le creía a su sobrino putativo y manifestó que la presencia de esas tres brujas del demonio eran cosas de la terrible Yasmina. Agregaba que ya llegaría el momento en que se hiciera justicia con ella y sus amigas. Dios es muy grande y sabrá escuchar nuestros pedidos. Anulia estaba con Dios y con el diablo. Cuando le convenía invocaba a la serpiente y cuando no escuchaba sus plegarias malignas, acudía a Dios. Yo pienso que ni Dios ni el diablo le prestaban oídos. En el fondo, la vieja y desdentada cobra estaba sola…terriblemente sola. De ahí que la llegada del estrambótico Burú le causó alegría y le preparó un chocolate caliente para mitigar el frío que todavía no se retiraba. Le pidió a Tránsito que compre unos bizcochos rellenos en la tienda de Angeline para disfrutarlos con el chocolate que con tanto amor le había preparado a su queridísimo sobrino.


                                                                                                     Eddy Gamarra T.

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