Capítulo 137
Uno más para el grupo
Estuvo por Argentina para tentar
suerte y mejorar su situación económica pero solo tuvo reveses de fortuna y la
comunidad zooter de Río de la Plata era muy desorganizada y apenas ganaba lo
necesario para comer. Bejart, su amigo, lo encontró en un mísero zaquizamí
sucio, fétido, tenebroso e infecto. Conversó con sus amistades y lo llevó a su
trabajo. Burú tenía amigos en el CENTRO en el departamento de seguridad, pero
no le dieron trabajo porque no había vacantes, sin embargo, llegó al colegio
donde trabajaba su amigo Camille Bejart y logró un contrato para enseñar
Biología.
Ni bien terminaba su trabajo se
dirigía al CENTRO y con la ayuda de Varkolak buscó la manera de acercarse a
Chateau que era más grande que él, aunque temerosa porque no tenía mucho tiempo
en el CENTRO. Chateau Sabía que este engendro estaba interesado en ella y
cuando iba de visita, evitaba encontrarse con él. Un día ella fue citada por el
departamento de seguridad para revisar sus papeles de ingreso y verificar si su
documento de identidad estaba en regla. La gaviota saludó al ingresar a la
oficina y solo estaba el portero que le dijo a la joven que era un trámite de
rutina y que ingresara a la zona de documentos de identidad. Cuando ingresó,
escuchó la rutinaria cantaleta de “ ¡Hola ñata bandida!”…estuvo a punto de
huir, pero Burú le dijo que no tenga miedo porque si él estaba allí era para ayudar
al Jefe del Departamento que en este momento tenía una reunión de alto nivel.
Chateau no sabía qué hacer y rogaba que no pasara nada, pero el hombrecito se
acercaba con desfachatez y estuvo a
punto de abrazarla, la chica reaccionó y lo empujó. Esta actitud le provocó una
risa satánica que provocó en la muchacha un miedo sórdido. A pesar de su
insignificancia, Burú le dijo:
-De esta no te escapas ñata
bandida-y volvió a tocarla.
-¡No me toques desgraciado!- gritó
la gaviota -o llamaré a mis amigos.
Burú reía con saña y le decía que
no tenía más amigo que él y que aprovechara esta circunstancia porque él era un
hombre difícil y así no más no se entregaba a los brazos de una mujer.
Cualquier persona se hubiera reído, pero Chateau rogaba con sus pensamientos
que alguien la ayudara. Burú no era tan fuerte, pero sus palabras intimidaban a
la bella muchacha. Le había amenazado con contarle al señor Varkolak que ella
se había portado mal y que lo mejor que podía hacer era ponerse tierna y
colaborara con él, en caso contrario quedaría despedida y sería retirada de la
Comunidad de San Patricio.
Cuando el sapito Burú atacó a su
presa por tercera vez, aparecieron de pronto Maluxa, Janice y Andreínha y a
escobazo limpio sacaron del departamento de seguridad al galán frustrado. El
portero que no era lican sino un ganso, se asustó de ver a tres mujeres bellas
con su atuendo negro y huyó del lugar sin atreverse a intervenir cuando le
caían a diestra y siniestra los escobazos por todo el cuerpo al sapito Burú. No
lo mataron, lo dejaron tendido en un jardín y llevaron a la gaviota a un lugar
seguro de su trabajo y desaparecieron en un tris. El obsceno amigo de Bejart se
transformó en un minúsculo sapito para recuperar sus fuerzas en algún charco de los jardines que habían sido
regados con horas de antelación.
En la noche visitó a su tía la
vieja cobra y ella les presentó a sus amigas. Burú miro con espíritu lascivo a
las serpientes pero su tía le advirtió que con ellas no jugara porque eran
venenosas y podían ocasionarle la muerte. Burú no sabía que Dorotea, Asteris, y Tránsito eran serpientes. Aprendió
rápidamente la lección y contó su versión del ataque de las brujas del Mato
Grosso a la oficina de Varko. No les dijo que había pretendido violar a una de
las intermedias y que el tiro le salió por la culata. Sin duda, Anulia le creía
a su sobrino putativo y manifestó que la presencia de esas tres brujas del
demonio eran cosas de la terrible Yasmina. Agregaba que ya llegaría el momento
en que se hiciera justicia con ella y sus amigas. Dios es muy grande y sabrá escuchar
nuestros pedidos. Anulia estaba con Dios y con el diablo. Cuando le convenía
invocaba a la serpiente y cuando no escuchaba sus plegarias malignas, acudía a
Dios. Yo pienso que ni Dios ni el diablo le prestaban oídos. En el fondo, la
vieja y desdentada cobra estaba sola…terriblemente sola. De ahí que la llegada
del estrambótico Burú le causó alegría y le preparó un chocolate caliente para
mitigar el frío que todavía no se retiraba. Le pidió a Tránsito que compre unos
bizcochos rellenos en la tienda de Angeline para disfrutarlos con el chocolate
que con tanto amor le había preparado a su queridísimo sobrino.
Eddy Gamarra T.
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